La cinta sobre el hombre que huyó de la Dina y fue fichado por la Stasi

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Este jueves se estrena El color del camaleón, filme ganador del Premio a Mejor Director en la competencia nacional del último Festival Sanfic. El documental narra el caso de Jorge Lübbert, entrenado contra su voluntad por militares chilenos y luego víctima de la policía secreta de Alemania Oriental.


Durante muchos años, lo que Andrés Lübbert veía de su padre era una sombra de tiempos mejores. Acostumbraba a observar cómo se despertaba en mitad de la noche, sobresaltado por miedos primigenios. Luego venía lo usual: Jorge Lübbert tomaba las pastillas de dormir, éstas hacían su trabajo y el hombre volvía a la cama. ¿Qué había pasado con Jorge Lübbert en Chile?

¿Por qué no retornaba a su país? ¿Por qué no hablaba de eso con sus dos hijos nacidos en Bélgica?

Fue finalmente durante un viaje en auto por la carretera que su hijo lo encaró y le preguntó por Santiago, por aquella época de la vida de Jorge Lübbert en que hablaba en español y vivía en Ñuñoa. A partir de los balbuceos de su padre comenzó a gestarse el documental El color del camaleón, que a Andrés Lübbert (1985) le tomó 13 años de trabajo.

Hoy, la película se estrena en Chile, el país donde durante cuatro meses de 1978 Jorge Lübbert fue entrenado contra su voluntad por agentes de la Dina. Luego se lanzaría a un exilio voluntario, escapando de aquellos que intentaban transformarlo en un funcionario de inteligencia. Lübbert padre no quiso volver más a Chile, pero Lübbert hijo hizo la película que con el testimonio esencial de su progenitor cuenta las razones de aquel escape y, tristemente, su llegada a Berlín Oriental.

"Mi padre es un tipo muy sensible y amigable, pero nunca logró mantener conmigo un diálogo transparente", dice el realizador Andrés Lübbert, que está en Chile por el estreno de El color del camaleón este jueves en la Cineteca Nacional, Cine Radical y Hoyts La Reina. La película acaba de ganar además los premios a Mejor director y del Público en el 13° Festival Sanfic.

"Lo que yo veía de chico era una persona que sufría, alguien que se levantaba por las noches con insomnio. Era autodestructivo y se iba a los conflictos más arriesgados: los Balcanes, El Salvador, Nicaragua, Palestina o el Golfo. Todo mientras mi madre, mi hermano y yo lo esperábamos en casa", relata Lübbert acerca de su padre, que ya establecido en Bélgica se dedicó a ser camarógrafo internacional.

La confesión ante el médico

Pero, ¿qué había pasado con Jorge Lübbert en Chile? Su hijo cuenta que el gran impulso para concretar el documental fueron las palabras que su propio padre confesó al siquiatra en Bélgica. Aquel informe le fue entregado a Andrés por su tío (el cineasta Orlando Lübbert) como una manera de ayudarle a entender a su padre.

"Era un documento de 40 páginas en primera persona donde él contaba su historia. A partir de ahí comencé a tener muchas más preguntas: era un cuento de terror que, yo, a los 21 años, no podía comprender del todo. Con sus palabras transcritas a mano, dejé pasar cinco años, todo el período en que estudié cine", cuenta el director. Tras ese lapso le propuso a su padre filmar un documental a partir de su historia.

"Finalmente aceptó. Hacer la película implicaba reabrir las heridas y si lo hizo fue por mí. Veía cómo yo sufría y lo que me pasaba debido a su mutismo. Creo que lo suyo fue un acto de amor, sabiendo que yo iba a compartir su secreto más grande con el mundo a través de un largometraje", explica Andrés Lübbert.

La película El color del camaleón se estructura fundamentalmente con las palabras que el hijo escucha del padre, siempre visitando los lugares de los hechos. Así es como ambos están en barrios donde Lübbert padre creció, y también en un vetusto edificio de la antigua Compañía de Teléfonos de Chile. Ahí fue donde Jorge Lübbert entró a trabajar con 21 años y con un título de dibujante técnico. Su jefe directo era Alfredo Ugarte Salcedo, militar vinculado a servicios de inteligencia del gobierno que operaban en la CTC. Ellos deciden que Jorge Lübbert es el candidato ideal para convertirse en agente: joven, sin militancia y con contactos con el mundo de la izquierda a partir de su familia.

A Lübbert lo amenazan con que algunos de sus familiares serán víctimas si no colabora y no tiene más salida que someterse a aquel "entrenamiento". Le enseñan a manejar armas, le hacen ir al Cementerio General a altas horas de la noche por sus propios medios, le muestran cadáveres en la morgue y, en momentos críticos, lo meten entre prisioneros políticos, como eventual víctima de fusilamientos que terminan siendo simulacros.

"También me ha comentado que le pusieron el cañón de una metralla en la boca o le gatillaron un arma frente a él pero sin balas. De cierta manera, estaba en los dos lados. Jugaban todo el tiempo con él", explica Andrés Lübbert sobre la ordalía de su padre. Es hacia fines de 1978 cuando finalmente logra salir de Chile a través de su pasaporte alemán (su abuelo lo era) y llega a Berlín Oriental, donde estaba exiliado su hermano Orlando.

"Vi la película alemana La vida de los otros. A partir de ahí comencé a investigar lo que la Stasi podría haber sabido de mi padre. Ahí se ve cómo el protagonista, cuando ya ha caído el Muro de Berlín, tiene la posibilidad de consultar los expedientes que la Stasi tenía de los ciudadanos de Alemania Oriental", recuerda Lübbert hijo. "Lo que hice fue exactamente lo mismo: los archivos son ahora de libre acceso y me encontré con un documento de 180 páginas sobre él. La Stasi lo tenía fichado incluso antes de que llegara a Alemania. Por eso le negaron la entrada a Berlín Oriental, donde vivía mi tío Orlando. Mi padre se tuvo que ir al otro lado del muro, a Berlín Occidental. Fue ahí donde lo interceptaron unos tipos que seguramente habían sido enviados por la Dina. Lo agreden y le dicen que no puede olvidar 'ser fiel' al aparato, 'seguir trabajando para ellos'. En ese momento es cuando mi papá se pierde".

Al hablar de "perderse", el director se refiere a que Jorge Lübbert logró despistar a todo el mundo entregando información falsa: dijo que iba a Suecia, pero en realidad se dirigió a Lovaina, la ciudad universitaria belga donde refundaría su vida, formaría una familia, tendría dos hijos y trataría de olvidarse para siempre de su pasado en Chile.

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