Thomas Harris, poeta chileno: "La batalla es personal y no hay que darla por perdida"

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Llega a librerías En el mismo río, antología que reúne 30 años de su obra, publicada por Ed. UDP.


Son 30 años de escritura y una vida de experiencias que parece ser el espejo de varias vidas. Alguna vez Thomas Harris (61) cayó de un cuarto piso. Una prótesis de titanio en su tobillo le recuerda aquel salto ocurrido hace tres décadas, cuando en Concepción lo llamaban el Malcolm Lowry de Chiguayante.

Con dos hijos y un tratamiento alcohólico en el cuerpo, el poeta y profesor fue protagonista de la novela Mi amor por ti (2005), escrita por su pareja, Teresa Calderón, quien cuenta en el libro que Harris había sido expulsado del infierno "por un ángel con espada de aguardiente".

Harris, con más de 15 títulos editados, es uno de los autores más destacados de la generación literaria del 80. Su poesía registra los espacios marginales de ciudades desoladas, donde se hace presente la historia, el cine, la cultura pop y la ciencia ficción. Ahora, una antología preparada por él recorre sus poemarios desde Zonas de peligro (1985) a Pequeña historia del mal (2015). Con el título En el mismo río, el volumen acaba de ser publicado por Ediciones UDP.

El año pasado Harris fue uno de los 17 candidatos al Premio Nacional de Literatura, que obtuvo finalmente el poeta Manuel Silva Acevedo. "Fue una experiencia extraña, porque me propusieron trabajadores de la Biblioteca Nacional. Me pareció curioso, porque en Chile el Premio Nacional lo gana la persona que está con un pie en la tumba. Las excepciones han sido Neruda, Parra y Zurita", dice Harris, quien es jefe de ediciones de la Biblioteca Nacional.

—¿Por qué usted mismo elaboró la antología?

—Uno conoce sus propios hits (se ríe). Además de saludar a la subjetividad, que uno pueda darse el lujo de elegir. Decidí no publicar inéditos, porque es una tentación que no comparto. Yo tengo una idea de la poesía, que uno escribe un solo gran poema, un extenso poema que terminará cuando el poeta se muera. No me gustaría una poesía póstuma. Y bueno, decidí hacer la antología hasta el último libro publicado y me calzaba justo 30 años.

—La historia es importante en sus primeros libros, ¿no?

—La historia me sirvió para buscar aspectos identitarios. La idea era hacer una analogía entre el descubrimiento, la conquista de América y el tiempo que estábamos viviendo, a través de toda la violencia que significó el proceso de ocupación del continente por España. Creo que ese trabajo lo hice hasta Los siete náufragos (1995). Pero siempre me interesó trabajar la literatura genérica con el cine o la ciencia ficción… En los 80 también estaba la posibilidad de hacer una poesía de trinchera, que seguía la tradición, pero era importante también mostrar nuevas propuestas.

—En los 90 llegó a Santiago y en su poesía trabaja con otros elementos…

—Claro, más relacionados con la ficción. Se intensificó el diálogo con el cine, en libros como Crónicas maravillosas se asocia con el guión de la película El séptimo sello. En fin, desobedecí lo que dijo Gonzalo Rojas: "No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso". Pero no es que haya copiado, ocupé los procedimientos de Ezra Pound, como el cruce de tiempos y el palimpsesto. Lo importante es emular, en el buen sentido de la palabra, esas influencias.

—Se repite, por ejemplo, el nombre de Malcolm Lowry.

—Sobre todo por el alcoholismo y el paso por ese infierno, pero es un diálogo donde prevalece tu experiencia. El libro La batalla del Ebr(i)o, es un juego de palabras con una cita de Lowry cuando dice: "Estamos perdiendo la batalla del Ebro", que es cuando se perdió la República en España. Y esa "i" entre paréntesis tiene que ver con la batalla personal que no hay que darla por perdida.

El libro se llamaba Perdiendo la batalla del Ebr(i)o, pero le quité la palabra inicial en la antología para no darla por perdida. Esos poemas fueron escritos en diferentes momentos de mi vida. Uno nunca deja de tomar aunque sea imaginariamente… Si dejas de tomar y luego vuelves, la lucha es con el equilibrio. Como decía Lowry, es una enfermedad monótona, pero peligrosa y que suele ser engañosa. Cada uno vive su infierno personal. El alcoholismo solitario es el peor, porque ahí el descontrol puede ser mayor.

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