Sir Roger Moore: adiós al James Bond de la elegancia británica y el buen humor

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El actor británico, conocido por sus siete veces interpretando al agente 007, falleció ayer en Suiza. Junto a Sean Connery, fue el rostro que más veces dio vida al espía, con siete películas.


En público, Ian Fleming, el autor de las novelas de James Bond, se refería con palabras amables al casting de Sean Connery para dar vida por primera vez en la pantalla grande al agente 007, en El satánico Dr. No (1962). "Tiene el encanto y su físico se adecua al personaje", expresaba el autor.

En privado, todos sabían que la imagen que Fleming tenía de Bond en su cabeza no podía estar más alejada que la del actor escocés. "Nunca me lo dijo a la cara, pero sé que se refirió a mí como 'un doble de riesgo inflado'", reconocería Connery en una entrevista de 2008. La leyenda cuenta que Fleming decía que el escocés era muy bruto, hipermasculino y descuidado como para ser el espía. El autor no alcanzó a ver a ningún otro intérprete en la piel del agente con licencia para matar, pues falleció en 1964.

Nueve años más tarde, Roger Moore haría su debut como el tercer Bond del cine, con Vive y deja morir (1973). En el eterno debate sobre cuál de los múltiples actores que han interpretado al personaje es el definitivo, Moore probablemente nunca supere a Connery en la mente de la crítica y muchos fanáticos. Pero para los seguidores del trabajo de Fleming, representó finalmente la visión del novelista hecha realidad: un Bond más elegante, sofisticado y sutil. El actor era básicamente el estilo británico personificado. "Sean interpretó a Bond como un asesino. Yo lo hice como un amante", dijo Moore en 2012.

Durante la mañana de ayer, la familia del actor difundió la noticia de su muerte, a los 89 años. "Es con mucho pesar que debemos anunciar que nuestro querido padre, Sir Roger Moore, ha fallecido en Suiza luego de una corta, pero valiente batalla contra el cáncer. El cariño que sintió en sus días finales es tan grande que no puede ser cuantificado en palabras", afirmaron los hijos de Moore.

Para una saga próxima a cumplir 55 años de antigüedad, la partida del actor marca un luto inédito: si no se cuenta a David Niven, quien protagonizó junto a Peter Sellers la parodia de Casino Royale (1967), Moore es el primer Bond del cine en morir. Y su legado es de los más importantes que tenga el personaje: junto a Connery, es el actor que más veces se puso en los zapatos del espía, con siete películas: Vive y deja morir, El hombre del revólver de oro (1974), La espía que me amó (1977), Moonraker (1979), Sólo para sus ojos (1981), Octopussy (1983) y En la mira de los asesinos (1985), siendo además el rostro que más veces lo hizo de forma consecutiva -Connery realizó sólo cinco películas en su primera etapa en el papel y su séptima, Nunca digas nunca jamás (1983) es considerada no oficial-.

Con 46 años cuando se estrenó la primera película, Moore fue tanto el actor de mayor edad en tomar el papel como en dejarlo (para su última aparición, tenía casi 58). Su carrera antes del papel que consagraría su imagen se había desarrollado principalmente en televisión, en un comienzo sin mucho éxito, hasta que llegó El Santo, donde tuvo su primer encuentro con el estrellato, interpretando el papel principal de Simon Templar por seis temporadas entre 1962 y 1969.

El espía de buen corazón

Como James Bond, el nacido en Londres cumplió con la tarea no menor de salir bajo la sombra de Connery, cosa que no fue tan fácil para George Lazenby, quien estuvo sólo en una película en 1969. Moore no sólo destacó por su físico y cuerpo atlético. De hecho, su atractivo, que vino de la mano con un movimiento de cejas que se hizo marca registrada, le pudo jugar en contra: en algún momento, los productores consideraron que era quizás "demasiado bonito" como para darle el papel. Pero el británico encontró su fuerte en el sentido del humor irónico que aportó al personaje, en contraste con la frialdad de sus predecesores. La películas de Moore terminaron siendo las que más abrazaron el ridículo de las exageradas situaciones en las que se veía envuelto el agente 007, desde secuencias en el espacio vestido de astronauta en Moonraker, hasta su infame disfraz de payaso en Octopussy. "Siempre lo vi como que realmente él no podía ser un espía. No puedes ser un espía y que todo el mundo sepa cómo te llamas y cuál es tu trago favorito. La situación es hilarante", decía sobre su personaje.

Irónicamente, pese a ser conocido como todo un emblema británico en el cine, su relación con su gobierno no fue de las mejores. En 1978 dejó de vivir en el Reino Unido, al igual que varias figuras de su generación -Sean Connery incluido-, para rehusarse a pagar los altos impuestos de ese país. Francia y Suiza fueron sus hogares hasta su muerte.

Eso no evitó que en 2003 fuera nombrado caballero del Imperio Británico. Su condición de estrella de cine no fue la que le garantizó uno de los mayores honores civiles de su país, sino su labor caritativa: desde 1991, Moore ofició de embajador de buena voluntad de la UNICEF, labor a la que destinó buena parte de su tiempo en sus últimas décadas, ya alejado del cine, salvo proyectos ocasionales.

Durante sus últimos años, Moore realizó espectáculos teatrales en vivo, donde repasaba anécdotas de su carrera con su buen humor característico. Una diabetes lo tuvo alejado en la última etapa de su vida de los lujos que disfrutaba como James Bond, prohibiéndole el alcohol. Pero en 2013, ya había avisado cómo pretendía aprovechar sus momentos finales: "Si me dijeran que me quedan sólo 24 horas de vida, me prepararía un martini seco". Probablemente agitado, no revuelto.

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