Carlos Basso, autor de Chile top secret: "La CIA ha desclasificado muy poca información sobre Chile"

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Su nuevo libro Chile top secret reúne nueve crónicas con historias que involucran al país con la CIA, la KGB y los nazis. Además prepara un volumen sobre Colonia Dignidad, lugar que define como "una agencia de inteligencia".


Llegó muy joven a Chile, cuando su padre fue designado gerente general de Ford Motor Company. Era la década del 50 y Michael Townley fue matriculado en el colegio Saint George, pero nunca se adaptó y finalizó sus estudios en Estados Unidos, donde había nacido. Finalmente, los años de formación del futuro criminal ocurrieron en el extranjero, incluyendo su especialización en la confección de artefactos explosivos. Más tarde el régimen militar le instaló su propio laboratorio para reproducir el letal gas sarín, químico inventado por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial.

Townley siempre quiso pertenecer a un grupo de poder reconocible. Estando en Miami, en 1970, luego de la elección presidencial de Salvador Allende, ofreció sus servicios a la CIA (Agencia Central de Inteligencia) para instalarse en Santiago. Su oferta fue agradecida, pero la cooperación no se concretó. También fue rechazado por las Fuerzas Armadas en el país. Pero para su tranquilidad hubo seudo nombramientos; luego de participar en los atentados contra Carlos Prats en Argentina, Bernardo Leighton en Italia, y Orlando Letelier en Washington, el ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, le ofreció un grado militar. "Siempre fui tratado como si tuviera un rango", dijo Townley en declaración a la justicia.

"Durante sus años en la DINA Townley viajó varias veces a Argentina, EEUU y Europa, comprando materiales destinados a inteligencia electrónica y también a la construcción del laboratorio de armas químicas (...), aprovechando la intermediación del representante de Colonia Dignidad en Alemania, Alfred Schaak, que años más tarde moriría de un modo muy sospechoso, en un hecho en el que para muchos intervino algún agente químico como el sarín", se lee en Chile top secret, el nuevo título del periodista y escritor Carlos Basso (1972), aparecido hace 12 días y que ya se encuentra en el ranking de los libros más vendidos.

El libro recoge nueve crónicas que narran episodios ocurridos en el país, cuyas historias se desarrollan con personajes reconocibles. Como el fallido atentado a Fidel Castro en Santiago, o cuando la KGB (Comité para la Seguridad del Estado), en los 40, investigó al poeta Pablo Neruda, siguiendo incluso su labor como cónsul en México.

En el país vivieron agentes de la CIA y la KGB durante décadas, como también ex líderes de la Alemania nazi. "Hacia 1940 nuestro país estaba plagado de espías. Los más abundantes, que venían trabajando en el país desde hacía más de 10 años, eran los nazis, que contaban con 'ayudistas' en todas las ciudades de Chile", apunta Basso en su texto, escrito tras editar las novelas Código Chile (2015) y Código América (2016).

—¿Le han servido los documentos desclasificados por la CIA?

—La CIA ha desclasificado muy poca información sobre Chile, pues en términos generales, hace pocos meses subió a su web 12 millones de documentos de la llamada colección Crest, que tiene casi nada que ver con nuestro país. Lo que sucede es que la CIA, como cualquier agencia de inteligencia, trabaja en la confidencialidad, y es por eso que los documentos que se desclasifican son tan valiosos. En EEUU la Ley FOIA exige que todos los documentos del Estado se desclasifiquen a 25 años de generados, pero permite nueve excepciones para ello, y la mayoría de los documentos de la CIA se encuentran dentro de esas excepciones, por ende la mayoría de esos escritos que conocemos, por ejemplo, los dos mil que hay, relativos a Chile, no han sido desclasificados en base a la Ley FOIA, sino a una orden que en su momento dictó el presidente Bill Clinton, una especie de decreto presidencial.

—¿Es cierto que prepara un libro sobre Colonia Dignidad?

—La verdadera dimensión de lo que ocurrió allí mucha gente no la entiende porque parecen hechos de ficción. La Colonia no es solo que contara con un archivo de inteligencia o cooperara con la DINA, sino que era una agencia de inteligencia en sí, que mantenía un archivo de amigos y enemigos, que hacía instrucción, seguimientos y que también cometía operaciones de exterminio en conjunto con la DINA, como sucedió con el capitán de Ejército Osvaldo Heyder, asesinado en Talca en 1975. La Colonia también fue una gran productora y exportadora de armas a contar de 1976, convirtiéndose en un lugar donde se fabricaban, por ejemplo, copias de subametralladoras Uzi y fusiles Sterling, además de armas químicas. Al mismo tiempo, existen testimonios en orden a que por intermedio de Gerhards Mertins, un ex oficial de las SS y traficante de armas, e inmejorable amigo de Paul Schäfer, desde la Colonia se vendieron bombas racimo a países de Oriente Medio.

—Ud. afirma que "la mayor cantidad de nazis fugados desde Alemania a Latinoamérica llegaron a Chile". ¿Es posible rastrear aún sus huellas en el país?

—Sin duda que algo se podría hacer, pero es un trabajo que requiere a una organización, dado que implicaría bucear en miles de documentos del Archivo Nacional, el Registro Civil, etc., y eso solo en Chile, pues probablemente también habría que revisar archivos en Alemania e Italia, ya que la mayoría de los nazis que llegaban al país y a Argentina lo hacían por la llamada "Ruta de las ratas", que implicaba salir desde el puerto de Génova.

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