Incorruptos: lo que se muestra y lo que se oculta en los vínculos familiares

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Carolina Melys, profesora de lenguaje e investigadora literaria, narra por medio de cinco cuentos breves sus visión de la muerte, la soledad y la infancia desde otra perspectiva. En conversación con Culto, la autora comenta su pasión por escribir, el origen de Incorruptos, su último volumen de cuentos, y de cómo se identifica con sus historias.


"Ella le contó que su labor consistía en recopilar antecedentes de personas que a vista de los mortales calificaran para ser llamados santos. Luego los desenterraba, abría las tumbas y verificaba si su cuerpo yacía descompuesto o, contra toda ley natural, seguía intacto. Incorruptos, les llaman. Esta sería la prueba inequívoca de su santidad". Laura se dedica a medir la santidad según la traición del cuerpo a la persona. Algo a lo que debería estar ya acostumbrada, la hace vivir una suerte de catarsis, que la enfrenta a sus propios demonios.

Incorruptos es el quinto relato de un libro que recibe el mismo nombre y que, en poco más de 100 páginas, retrata historias con distintos protagonistas y diversas realidades, las que comparten temáticas como la muerte, la soledad, el desconocimiento y la inocencia. Carolina Melys, su autora, incursiona en historias oscuras con un aire de realismo que rodea al lector hasta hacerlo olvidar que son ficciones.

Una hija que acompaña a su padre en la lucha por el cáncer, un niño a quien poco y nada le explicaban de su "tío" uniformado, una niña de quinto básico que sufre la envidia de sus compañeras y un hombre octagenario que debe cuidar de su hijo de 40 años de edad con la mentalidad de un niño. Estos, junto a la buscadora de cuerpos santos, conforman Incorruptos, un libro que, en palabras de su autora, va "revelando los matices y complejidades del ser humano".

—¿Dónde surge tu pasión por la escritura?

—No sé exactamente cuando surge. Sí sé que desde muy chica empecé a escribir en diarios de vida. Siempre he tenido miedo a olvidar: las cosas que hacía, con quién me juntaba, lo que sentía, todo. Era una manera de registrar. Con el tiempo y las lecturas me gustó la idea de intervenir de alguna manera esa realidad, enfatizar algunas cosas, editar otras, intervenir lo que anotaba. Hasta que el proceso de crear con el lenguaje me terminó pareciendo más interesante. Y ahí me metí de lleno en la ficción.

—¿Quiénes son tus autores referentes?

—Algunos de los autores a los que vuelvo porque sus historias tienen algo de oscuridad, algo que ocultan perversamente, y que además me resultan tremendamente conmovedoras son: Richard Yates, por la originalidad con que aborda a los personajes en una escritura impecable; Shirley Jackson, por la sutileza con que relata la crueldad y los reveses del ser humano. Claire Keegan, una irlandesa que remece en esa mezcla entre intimidad y frialdad en sus relatos. Grace Paley y Natalia Ginzburg, por la destreza con que manejan los relatos familiares. Latinoamericanas y jóvenes, me gustan Mariana Enríquez y Samantha Schweblin por el gran manejo de la tensión en sus cuentos.

—¿En qué te inspiraste para escribir las historias de Incorruptos?

—Los relatos de este libro surgen de ideas que me habían rondado hace harto tiempo relacionadas con los vínculos familiares: lo que se muestra y lo que se oculta. Sobre todo lo que se oculta, tan propio en nuestra idiosincrasia. Me interesaba contar historias en que se fueran revelando los matices y complejidades del ser humano. Poner en perspectiva a los personajes y sus conflictos, suspender el juicio, y conectar con los impulsos que los mueven. De alguna manera quería interrogar a esas familias en el contexto que les toca vivir y así develar esos silencios que les son constituyentes. En el primer cuento, Las historias que nos contamos, una hija narra la enfermedad de su padre y las conversaciones que van tomando forma en ese recorrido. Y claro, siempre hay cosas que aunque uno quiera explicitarlas, se vuelven a ocultar en el lenguaje, como hablar de la muerte.

—¿Cuánto tiempo dedicaste a Incorruptos desde los primeros bosquejos hasta la entrega final a la editorial?

—Soy de procesos largos y lentos. Le doy mucha vuelta a las ideas, a las imágenes que quiero construir, a la estructura, antes de ponerme a escribir. Las primeras líneas de este libro las empecé hace años. Escribo y corrijo por fragmentos, y luego los dejo decantar días o semanas, según el tiempo del que disponga. Avanzo sin prisa, y leo una y otra vez hasta que la frase me parezca que está lo mejor lograda posible. En uno de los cuentos me demoré más de un año, pero porque fue cambiando completamente con el tiempo. Escribo porque estoy buscando una forma de decir algo, y si no me convence, parto de nuevo, borro y cambio, sin presiones. Para mí, la gracia de armar un cuento es justamente el proceso de escritura, resolver los problemas que me presenta.

"Los editores de Montacerdos hicieron un trabajo de lectura a conciencia, propositivo. Del diálogo con ellos, surgieron dos o tres revisiones más. Trabajar el libro con ellos fue súper gratificante: personas discutiendo horas sobre un cuento resulta inverosímil e inútil para el mundo de hoy, y eso me encanta".

—¿Qué tanto de Carolina Melys hay en las historias de Incorruptos? ¿Hasta qué punto te sientes identificada con ella?

—Me siento identificada con esas historias en la medida en que son las historias que quería contar, que sentía la necesidad de escribir básicamente por los temas. La fragilidad frente a la muerte o ante las progresivas ausencias, personas que se van o que deliberadamente marginamos de nuestra vida reflejan, sin duda, mis aprensiones y cuestionamientos constantes. Ahora, en términos de historia, ya se alejan harto de mí. Por supuesto que hablo de lugares que conozco, de emociones que conozco, de imágenes que he visto pero moldeadas, reinventadas en función de una intencionalidad.

— Si tuvieras que elegir solo una historia, ¿Cuál elegirías y por qué?

—Es difícil elegir, porque de hecho hubo otras ideas que finalmente dejé fuera, entonces estos cinco relatos son los escogidos, de alguna manera. Sin embargo, el cuento que da título al libro, Incorruptos, me gusta especialmente porque creo que logra la tensión que buscaba al tratar el tema de la muerte desde el cuerpo y su descomposición, además de las creencias y mitos que la rodean.

—¿Cuáles fueron los principales desafíos de escribir estos cuentos?

—Por un lado, suspender mis propios juicios para escribir lo más libremente posible acerca de temas que a veces resultan sensibles como los son los cuestionamientos religiosos o vínculos familiares disfuncionales. Y por otro lado, la excesiva autocrítica que me impedía soltar las historias, dejar de corregir y finalmente considerarlas terminadas.

—¿Tienes algún nuevo proyecto en marcha?

—Estoy trabajando hace algún tiempo en la traducción de una poeta afroamericana contemporánea. Por otra parte, estoy revisando material para un libro sobre vida de escritoras y artistas que de alguna manera han sido relegadas a un papel secundario. Una mezcla de ensayo, anecdotario y narración.

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