El Felipe no tiene ninguna onda con el mono

flopp

Febrero, el mes de la nada, el momento en que las ideas (buenas o malas) se acaban y se comienza a programar cualquier cosa en televisión.


Hacer zapping en febrero puede llegar a ser hasta divertido. No pasa demasiado: llenos de la resaca de los megaincendios, los canales son capaces de poner cualquier cosa en pantalla. Hay algo que aparece desnudo ahí, cierto nervio desesperado por tratar de generar contenidos ahí donde no hay nada. Por lo mismo, se entiende la estupidez, el desequilibrio, lo irreal de estos tiempos muertos donde se espera la llegada del Festival de Viña.

Anoto lo que hemos visto esta semana: los primerísimos primeros planos del rostro y la boca del ex inspector José Miguel Vallejos en un tratamiento de belleza para el matinal de Chilevisión pues se preparaba para desfilar por la alfombra roja de la gala del Festival; la incomprensible obsesión de varios programas de farándula por la vida sexual de Pedro Engel; el retorno de Nicole Pérez (la Doctora Cahuín) a Chile y el racconto de las penurias que pasó en Estados Unidos; los despachos interminables sobre Fiesta de la Independencia de Talca para Muy Buenos días y las sentidas discusiones sobre los famosos reconvertidos en astrólogos como Kenita Larraín.

¿Más? Aquí van. En Bienvenidos invitaron al set a un youtuber que persigue a supuestos pedófilos al modo de Emilio Sutherland y lo presentaron como una especie de héroe urbano. En SQP mostraron una nota sobre cómo el pintar una habitación de color rosado ayudaba a bajar de peso y en Bienvenidos un especialista en dietas dijo que el azúcar podía ser más adictiva que la cocaína. Entre medio, Cathy Barriga denunció al CNTV a Señores Papis, la teleserie nocturna de Mega, porque en un capítulo unos personajes de ficción ironizaban con su parentesco -político y familiar- con Joaquín Lavín y su estatus de alcaldesa de Maipú. Orlando Vidal (quien alguna vez fue el muñeco Flopp del Buenos días a todos de TVN), le contó a Intrusos de la La Red la verdad sobre su salida del clásico programa: "Yo no tenía feeling con Felipe (Camiroaga). Estuve dos meses cuando se fue Jorge y llegó Felipe (...) No hubo onda entre el mono y él. Ahí fue cuando me echaron definitivamente y esa fue la explicación (...) Fue así tal cual: 'El Felipe no tiene ninguna onda con el mono y si él no tiene onda con el mono no sacamos nada con que estés acá'".

¿Mucho? No tanto. Así es febrero, el mes de la nada, el momento en que las ideas (buenas o malas) se acaban y se comienza a programar cualquier cosa. Mal que mal, faltan días para que Viña comience y frente a la languidez de la pauta hay que recurrir a lo que sea, al raspado de la olla, a esas ideas peregrinas que no funcionarían en otras cirscunstancias. Quizás sea bueno ahora, que el país parece estar en pausa, querer tomarse un paréntesis. Quizás estamos lo suficientemente agotados para dejar el cerebro en una línea plana y esperar que la televisión más trash cumpla su papel a la hora de soportar la modorra con temas irrelevantes, para hacer que los días transcurran más rápido hasta que vuelvan las noticias verdaderas. Quizás por eso ha crecido Doble tentación, que sigue dando más de lo mismo (alaridos, peleas inentendibles, momentos vergonzosos) pero ahora llevado al extremo como si hubiese una cláusula en los contratos para que los gritos y la violencia tengan su cuota diaria de exhibición. Pero aquello, en vez de desconcertar, resulta un paisaje conocido, una representación teatral que conocemos de memoria.

Gran parte de lo anterior es divertido porque carece de sentido y hace de la televisión una vitrina demencial de historias aún más demenciales, algo que juzgamos como exagerado o falso a modo de consuelo. Algo puede salir de todo esto, un collage de imágenes alucinantes, un clip de momentos bizarros al modo de una fotografía del tedio, acaso una película sobre lo que vemos en televisión cuando la televisión ni siquiera sabe qué hacer con ella misma, al modo de una belleza hecha de puro vacío.

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