Suele decirse que los Oscar son la gran instancia de la industria hollywoodense para celebrarse a sí misma. Y si en ese gesto se corona a una película que homenajea precisamente a la fábrica de sueños, tanto mejor. O ése parece ser el espíritu en esta pasada.

La La Land, el neo-musical de Damien Chazelle que arrasó en los Globos de Oro tras deslumbrar a la crítica, obtuvo ayer 14 nominaciones, dos de ellas en la categoría Mejor Canción. De este modo, iguala a Titanic (1997) y La malvada (1950) con el mayor número de postulaciones en la historia de las estatuillas, al tiempo que confirma su favoritismo de cara a la ceremonia del 26 de febrero.

Con ocho nominaciones le siguen La llegada, de Denis Villenueve, y Luz de luna, de Barry Jenkins. En tanto, Manchester junto al mar, de Kenneth Lonergan; Un camino a casa, de Garth Davis, y Hasta el último hombre, de Mel Gibson, van con seis candidaturas cada una. Todas las mencionadas en este párrafo compiten para Mejor película -donde se llenaron 9 de los 10 casilleros posibles-, Mejor director y Mejor guión, original o adaptado. Y si puede ponerse así, las cintas de Jenkins y Lonergan siguen siendo las que completan el podio de los favoritos, mientras las de Villeneuve y Davis resultan más sorpresivas (en particular la primera, dada la distancia consuetudinaria entre la Academia y la ciencia ficción).

Sorpresas, omisiones

A diferencia de lo que se venía haciendo hasta 2016, cuando se anunciaban las candidatas en breve y poco solemne ceremonia de la que participaban algunos periodistas, ahora el formato se sostuvo en clips de ocasión. Una producción en la que intervinieron nominados y ganadores de años recientes y no tanto (Brie Larson, Guillermo del Toro, Glenn Close), quienes hablaron de cuán fantástico es estar nominado a una estatuilla e informaron acerca de quiénes lo estaban de año.

A poco andar quedó claro que, si bien tener muchas nominaciones no garantiza gran cosa, se confirmaba lo que parecía una evidencia: que La La Land tiene todo para arrasar en febrero, provista de argumentos que van desde el aura de geniecillo de su joven director y guionistas, hasta el atractivo y la polifuncionalidad de su dupla protagónica (Emma Stone y Ryan Gosling, ambos nominados y bien aspectados en sus respectivas categorías), sin olvidar el mencionado autobombo hollywoodense ni el factor nostálgico/romántico.

Eso sí, la película no corre sola y sus contrincantes más notorios siguen en pie, exhibiendo argumentos más que razonables. Mientras Manchester... efectúa una propuesta estética y narrativa que en otros tiempos la habrían hecho favorita indiscutida (drama de tomo y lomo, protagonista atormentado, ritmo cansino, valores familiares), Luz de luna encarna una "actualización" de estos mismos factores: la historia, en tres tiempos, de un afroamericano de Miami en la que se incorporan la homosexualidad y la drogadicción, teñido todo por la estilización de la puesta en escena.

Porque el factor étnico no ha sido en absoluto menor en 2017 (ver recuadro). Si la última entrega de las estatuillas estuvo marcada por la campaña #OscarsSoWhite, dada la ausencia de candidatos negros en las categorías actorales, por ejemplo, las seis nominaciones de este año hablan de un giro significativo. No de casualidad, la presidenta Cheryl Boone Isaacs, la única afroamericana de la junta directiva, había prometido "cambios sustanciales" tras criticarse duramente la composición -arrasadoramente blanca y masculina- del cuerpo de votantes. Dijo aspirar a que un 30 por ciento fueron mujeres y un 15 por ciento no blancos. Las cosas van ahora en esa dirección.

He acá un empujón, entonces, a filmes como Fences, de Denzel Washington, que tiene al propio actor/director compitiendo por una segunda estatuilla, mientras lo propio hace su pareja fílmica, Viola Davis, quien ya cuenta su tercera nominación (la segunda a Mejor actriz secundaria). Otro tanto ocurre con Talentos ocultos que, al igual que Fences, quedó inscrita en la categoría principal, a lo que agrega nominaciones a Mejor actriz secundaria y Mejor guión adaptado. También cabe destacar la nominación a Mejor actriz para Ruth Negga por su rol en el melodrama Loving.

Esta última cinta, de Jeff Nichols, salvó su honor oscaril gracias a la señalada nominación. Algo semejante, aunque acaso con mayor oprobio, ocurrió con los nuevos filmes de dos viejos maestros: mientras la esperada y mística Silencio, de Martin Scorsese, correrá sólo en la casilla de Mejor fotografía, lo último de Clint Eastwood, Sully, únicamente tiene opciones en Montaje sonoro.

Bastante mejor le fue a una cinta independiente que recicla el noir de los 40 y los 70: una de las sorpresas de la temporada, Nada que perder, de David Mackenzie, se instaló en la categoría principal y en la de Mejor guión original, posibilitando también su séptima nominación al incombustible Jeff Bridges.

Y hablando de omisiones, algunas dieron prontamente material para la controversia. Un caso particularmente vistoso es el de la cinco veces nominada -y jamás ganadora- Amy Adams: aunque en esta ocasión llegaba apañada por dos títulos muy comentados (La llegada y Animales nocturnos), se quedó sin nada. También le pasó al británico Hugh Grant, pese a que se daba por hecho que Florence Foster Jenkins le daría, a los 56 años, su primera nominación. Gracias a la misma película, irónicamente, Meryl Streep batió su propio record, alcanzando la vigésima candidatura. Y si alguien pensaba que una película de Pixar era número puesto por el solo hecho de venir de ese estudio, he acá un mentís: Buscando a Dory fue ignorada por la Academia, mientras siguen en carrera dos cintas de Disney, el estudio propietario de Pixar: Zootopia y Moana.

Hay categorías donde manda la incertidumbre, como la de Mejor actriz, donde aparte de Emma Stone cabe considerar a Natalie Portman, la estrella del primer filme anglo de Pablo Larraín (Jackie, que va también por Mejor banda sonora y vestuario). Y hay otras donde la carrera parece casi corrida, como en Mejor película extranjera, donde la alemana Toni Erdmann no tiene la amenaza que suponía Elle. Eso sí, cabe que esperar que los pingos lleguen a la meta. Y para eso todavía falta un mes.