Mario Vargas Llosa: "El periodismo y la política sufren la banalización de la cultura"

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Con 80 años recién cumplidos, homenajes en España, Francia y Estados Unidos, Mario Vargas Llosa llega a Chile. Viene invitado por la Cátedra de Humanidades de la UDP, que dirige Arturo Fontaine Talavera. En Santiago será nombrado Doctor Honoris Causa y presentará Cinco esquinas, su última novela. Una historia de extorsiones, violencia y periodismo sucio en el Perú gobernado por Alberto Fujimori.


De Madrid a París y de París a Nueva York. En las últimas tres semanas, Mario Vargas Llosa ha recorrido más de siete mil kilómetros, de avión en avión. A fines de marzo cumplió 80 años y lo celebró con un derroche de energía, junto a su novia, Isabel Presley; un seminario con escritores de Europa y América Latina y una fiesta para 400 invitados, donde se confundían premios Cervantes, ganadores del Nobel y ex mandatarios de ambos continentes, desde Felipe González a Sebastián Piñera. En Francia asistió al lanzamiento de sus novelas en la colección de La Pléiade, algo así como el olimpo de la literatura mundial, y luego tomó vuelo a Estados Unidos para recibir el premio Living Legend que le otorgó la Biblioteca del Congreso. "Es un Rolling Stone de la literatura", decía su hijo Alvaro durante la fiesta en Madrid.

El tour del autor de La ciudad y los perros continúa ahora en Chile. Invitado por la Cátedra de Humanidades de la UDP que dirige Arturo Fontaine Talavera, Mario Vargas Llosa cumplirá una semana de actividades en el país. La primera de ellas es este martes 26: recibirá el grado de Doctor Honoris Causa en una ceremonia en la Casa Central de la UDP.

La agenda del escritor y premio Nobel de Literatura -que ya está en Chile, sin novia- se extiende toda la semana, concentrada en la universidad: el miércoles tendrá un encuentro con estudiantes de Literatura; el jueves por la mañana se reunirá con alumnos y profesores de Economía, y conversará con escritores y académicos de literatura el viernes. También se reunirá con políticos y empresarios.

Uno de los momentos estelares tendrá de escenario el GAM y se realizará el jueves al atardecer: ese día, junto al rector Carlos Peña y Arturo Fontaine, presentará en Santiago su última novela, Cinco esquinas. No es un acto menor: a la fecha, Vargas Llosa sólo ha presentado el libro en España y, excepto una entrevista que dio al diario El País, no ha hecho campaña de prensa.

Aun con su energía de Rolling Stone, todo el trajín de las últimas semanas le dejó un pequeño estrago: una bronquitis. Pero a diferencia de Frank Sinatra, a quien un resfrío le arruinaba el carácter y él se encargaba de arruinarle el día a su entorno, como lo retrató Gay Talese en un reportaje notable, Vargas Llosa está de buen ánimo. Pese a la tos que eventualmente interrumpe la conversación, el novelista habla con entusiasmo de su novela y de los temas que comprende: terrorismo, corrupción, periodismo amarillo, Fujimori. A fin de cuentas, hasta los Rolling Stones se resfrían.

El fantasma Fujimori

En Cinco esquinas, Vargas Llosa vuelve a los últimos años del gobierno de Fujimori, con quien compitió por la Presidencia de Perú en 1990. La novela se ambienta a fines de aquella década y narra una historia de extorsión, política, violencia y sexo. Enrique Cárdenas, un exitoso empresario limeño, es chantajeado con unas fotos comprometedoras por un reportero de las veredas más sórdidas del periodismo: el director de un pasquín que se dedica a ventilar escándalos de alcantarilla, casi siempre sobre figuras del espectáculo; escándalos a menudo manipulados o francamente inventados.

En paralelo, la mujer de Cárdenas y de su abogado descubren la atracción del sexo lésbico gracias a los toques de queda. Un personaje de la farándula que lo perdió todo por aquel periodista miserable buscará venganza. Y días después la policía descubrirá un cadáver con el rostro deformado en la calle, que bien podría ser aquel reportero. Al fondo de toda esta trama de extorsión y crimen se recorta la figura del Doctor, el hombre fuerte del gobierno.

"Mi idea inicial era escribir una historia alrededor de la utilización que hizo el régimen y principalmente (Vladimiro) Montesinos, el hombre fuerte del fujimorismo, del periodismo amarillo, para o castigar o para dividir a los críticos del régimen", cuenta Vargas Llosa. "Montesinos usaba este periodismo amarillo, que muchas veces financiaba enteramente, para hundir personas en el ridículo o en el escándalo o en hechos  que fueran espectaculares -cuernos, pedofilia, homosexualidad- y en gran parte inventados y presentados en pasquines muy llamativos. Y eso curiosamente llegó a tener mucha eficacia, porque llegó a paralizar a muchos críticos ante el horror de verse envueltos en un escándalo en una prensa sucia que los bañaba en mugre. A mí me impresionó mucho, porque aunque es un fenómeno que se da en el mundo, pocas veces una dictadura lo ha usado de una manera tan sistemática como lo hizo Montesinos. Los pasquines eran enteramente financiados por él; él mismo se encargaba de poner los titulares escandalosos y se jactaba de ser muy buen cabecero".

¿La descripción que hace la novela se apega a la realidad de Perú entonces?

Más o menos eso fue el clima, hay muchos hechos fantaseados, inventados, pero creo que no hay nada en la novela que si no ocurrió tal como está en el libro, hubiera podido ocurrir dentro del clima, del contexto en el que se vivió aquellos años. Todo eso está muy atrás, pero hay que recordar que vivíamos el fenómeno del terrorismo tanto de Sendero Luminoso como del Túpac Amaru, que había llenado de sangre, de cadáveres, de miedo, al país. Había un contraterrorismo estatal que era también muy brutal; el régimen de Fujimori tenía comandos que aniquilaban, que asesinaban, y había una criminalidad que usaba la lucha política como una pantalla para ocultar sus atropellos y delitos. Todo eso creaba un clima de enorme inseguridad y de asfixia. Había un toque de queda muy severo. Ese clima es el contexto de la historia y creo que es bastante fiel a lo que fue la realidad. Ya en los hechos, en los detalles, hay bastante fantasía, como ocurre en toda novela, ¿no?

En la novela, si bien está la sombra del terrorismo, lo que más sobresale es la violencia del Estado.

Esa fue la realidad, en muchos casos. Hay una provocación al estado de derecho, el estado de derecho responde, y si no se vive en una sociedad que tenga instituciones sólidas y una tradición democrática muy arraigada, claramente las leyes se van violando, tanto de un lado como el otro. Y eso fue lo que vivió el Perú en aquellos años. Hay que recordar que el terrorismo fue de un gran sectarismo, de una ferocidad que no tiene precedentes en Perú ni en América Latina. Y de otro lado teníamos una dictadura: el régimen había violado la Constitución, había violado las leyes, ejercía realmente la autoridad a través de la fuerza y, además, se sentía con derecho a utilizar cualquier tipo de armas para luchar contra el terrorismo, de tal manera que el Estado practicaba el terrorismo igual que los propios terroristas, y eso llevó al país a una situación de inseguridad extrema, y sin ello no se explicaría todo aquello que ocurre en Cinco esquinas.

Una de las figuras más siniestras del libro es el Doctor, que tiene un referente real, ¿no?

Sí, está inspirado en el jefe de la seguridad de esos años y podríamos agregar que fue el jefe de la inseguridad. Las amenazas contra el ciudadano común y corriente venían no sólo de que podían ser secuestrados por los terroristas, sino que podían ser secuestrados por el propio Estado, para ser despojados de sus bienes, de sus ahorros o de su propia vida. Eso provocaba en la gente una especie de exasperación casi nihilista. Algo que ha cambiado radicalmente en el Perú, pero en esos años tanta violencia y tanta inseguridad creó una especie de cinismo profundo, en el cual se buscaba alguna forma de compensación en todos los campos.

¿Conoció a Montesinos?

No, lo vi hablar alguna vez. Y como ocurre con todos estos criminales, no daba la impresión de un criminal, parecía un inconspicuo, un ser anodino, que hablaba despacito y de manera balbuceante, no daba para nada la impresión del personaje maquiavélico capaz de todas las cosas que cometió. Nadie hubiera imaginado que él y Fujimori llegaron a robar más que en toda la historia del Perú. Hemos tenido muchos estadistas que eran muy poco respetuosos de la legalidad, pero jamás en la historia peruana se robó tanto como en esos 10 años de Fujimori y Montesinos.

¿Cómo se plantea hoy ante un eventual regreso de la familia Fujimori al poder, a través de su hija Keiko?

Espero que eso no ocurra. Creo que sería una gran desgracia para el Perú, porque significaría una legitimación a posteriori de una de las dictaduras más sanguinarias y corruptas que hemos tenido. Nosotros hemos padecido esa dictadura al extremo de haber visto con gran alegría cuando el dictador escapó, huyó, renunciando a la Presidencia por fax, algo que no se ha visto nunca en la historia. Y creo que volver a las andadas a través de unas elecciones libres sería casi un acto suicida para el Perú. Pero no creo que vaya a ocurrir. La hija del dictador tiene un sector que la apoya gracias a la enorme propaganda, gracias a los medios casi infinitos con que ellos cuentan, y además a una cierta mitología que se ha creado, mentirosa, de Fujimori como el hombre que nos salvó de la inflación, el hombre que nos salvó del terrorismo. Nada de eso es cierto. En realidad, el terrorismo que practicó  Fujimori fue tan devastador para el Perú como el de los propios terroristas. Yo creo que hay una mayoría de peruanos que se va a movilizar y se va a unir para llevar a la Presidencia a Pedro Pablo  Kuczynski, que tiene credenciales profundamente democráticas, que ha sido excelente ministro, un hombre muy conocedor de los problemas del Perú y mucho prestigio financiero internacional. En eso soy optimista.

Periodismo y política

Cinco esquinas encierra también una suerte de denuncia del periodismo sensacionalista y servil al poder, así como una reflexión en torno a la vida privada. "Aparece el periodismo en sus dos fases", dice el autor. "En su fase peor, el periodismo amarillo, el periodismo escandaloso, al servicio del poder, como un instrumento de coerción, y al mismo tiempo la otra cara del periodismo, un periodismo responsable, valiente y casi heroico que en cierta forma permite una salida de esa situación imposible en la que el país parecía en una trampa mortal. Hay ahí un periodismo que es como el antídoto del otro periodismo".

¿En la sociedad actual, tan mediatizada, cómo observa el rol del periodismo?

El periodismo ha sido una de las víctimas de esta tendencia de la cultura de nuestro tiempo que es convertirlo todo en entretenimiento. La cultura hoy busca sobre todo divertir, entretener, lo que no me parece mal, pero si la cultura se dedica sólo a entretener tiene competidores que son más eficientes en ese campo y está condenada a ser derrotada. Y creo que es un fenómeno que se da tanto en el primer mundo como en el tercero. Y eso creo que ha empobrecido al periodismo, lo ha reducido a la banalización y en otros casos al amarillismo. El fenómeno me parece muy grave, porque quienes intentan mantener un periodismo responsable y serio  -que afortunadamente hay muchos- corren el riesgo de quedarse un poco marginados, porque cada vez hay un mercado más exigente en el campo de la frivolización. Es uno de los grandes problemas de nuestra época. No es un problema del periodismo, es un problema cultural, y creo que el periodismo sufre la consecuencias de esta banalización de la cultura, como creo que ocurre también con la política. La política en muchos campos se frivoliza, se banaliza, porque hay una tendencia que nos empuja en esa dirección.

De hecho, hoy se echan de menos ideas en la política; la discusión suele moverse muy a ras de suelo…

Es cierto, pero también es el mismo fenómeno. Porque los políticos prefieren retratarse con futbolistas y artistas de cine en lugar de pensadores o científicos, porque los votos se los dan los futbolistas y los artistas de cine. Ese es un fenómeno cultural que desgraciadamente tiene unos efectos en la vida política muy intensos. Creo que es un problema que por primera vez se da con la misma fuerza tanto en los países del primer mundo como en los del tercer mundo, y eso tendría que preocuparnos, porque la historia no está escrita. Y si nosotros quisiéramos que las cosas fueran por otro lado, tendríamos que actuar en consecuencia. Eso significa enfrentar los problemas de educación; la educación tendríamos que reformarla de tal manera que no fuera la diversión el valor supremo de la vida pública, y darle a la cultura un rol mucho más importante del que tiene hoy en la vida periodística y en la política. Yo creo que la consecuencia más grave, si esta tendencia se fortalece, es que puede ir desapareciendo completamente el espíritu crítico, y sin un espíritu crítico muy alerta y constante, pues todo el sistema democrático se debilita y corre el riesgo de colapsar.

¿Qué le parecen los cambios que vive América Latina en estos momentos?

Son cambios positivos. El triunfo de Macri en Argentina es muy positivo; Argentina estaba embarcada en un populismo que estaba marginalizando cada vez más al país. Creo que hay ahora con Macri una política mucho más responsable, moderna, que está devolviéndole poco a poco a Argentina  su papel dentro de las relaciones internacionales. Es muy interesante la última elección en Venezuela, donde una gran mayoría de venezolanos ha votado contra un régimen populista que estaba llevando al país a la desintegración económica y a una dictadura integral. Creo que la derrota de Evo Morales en las últimas elecciones ha sido muy positiva, porque da la impresión de que en Bolivia hay un movimiento democrático, modernizador, que por fin se está enfrentando exitosamente al régimen populista de Morales. Creo que, en general, en América Latina hay una tendencia positiva de revisión de las democracias imperfectas, de rechazo de la corrupción, que es el gran cáncer de la América Latina democrática. Aunque los problemas son enormes, mi impresión es que estamos marchando en buena dirección.

Acaban de realizarse los funerales de Patricio Aylwin, que postuló a la Presidencia de Chile en la misma época que Ud. postuló a la de Perú. ¿Lo conoció?

Lo conocí, desde antes incluso: en un programa de TV que tuve por seis meses dedicamos un número especial a Chile y me acuerdo que lo entrevisté y fue muy interesante escuchar de su boca la estrategia para un cambio pacífico, un cambio que no fuera traumático de la dictadura a la democracia. Algo que él encabezó con mucho talento y con mucha eficacia. O sea, que sin duda, es una figura que va quedar con muy buen nombre y como un muy buen ejemplo en la historia chilena y latinoamericana.

El boom

Hace más de medio siglo, Mario Vargas Llosa lanzó una piedra incendiaria sobre la narrativa española: La ciudad y los perros apareció como un meteorito de una fuerza arrolladora que dejó hecha cenizas la aldea de la novela en español. En su reciente libro Punto ciego, Javier Cercas elabora una teoría al respecto: dice que después de inventar la novela con el Quijote, España se olvida del género. Francia e Inglaterra harán los principales aportes a la novela hasta la mitad del siglo XX, cuando un puñado de autores latinoamericanos -Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes- se apropien de ella y armen una revolución narrativa. "Es una tesis muy interesante, es una tesis que nos conviene a los latinoamericanos, y hay que desear que sea cierta", dice Vargas Llosa, complacido.

¿Qué valoración hace hoy del boom?

El boom fue una novelística muy creativa, que quiso no sólo hacer una novela moderna, a la altura de los tiempos, sino que comprendió que para ello era fundamental buscar historias originales y también encontrar formas originales de contar esas historias. Y creo que esa preocupación por las historias como por la forma de contar hizo que la novela en América Latina fuera audaz, que reformara profundamente la tradición y que al mismo tiempo expresara una realidad que hasta entonces estaba virgen. Con la distancia que existe, creo que podemos sentirnos contentos, satisfechos de que ello ocurriera en América Latina, y creo que lo importante es que haya una continuidad, que los escritores de las nuevas generaciones -hombres y mujeres- mantengan ese nivel de exigencia y  creatividad que fue lo le dio al boom la relevancia que llegó a tener.

Los novelistas más jóvenes toman distancia del boom: a diferencia de los grandes universos que ustedes narraban, hacen una novela minimalista. 

Es verdad. Es una tendencia mucho más íntima, más privada, es un esfuerzo por explorar la intimidad antes que construir esos grandes murales históricos que caracterizaban a la narrativa del boom. Pero es norma, es un proceso de diferenciación gracias al o cual nuestra literatura se enriquece, se multiplica, se diversifica. Sería terrible que los escritores de hoy quisieran seguir escribiendo como los escritores de ayer y de anteayer.

A diferencia de autores como Philip Roth, Ud. no ha escrito sobre la muerte. ¿No es un tema que le ronde?

Por lo pronto, no es un tema que me interese demasiado. No he escrito sobre él, aunque lógicamente la muerte aparece en mis historias, pero no es un tema que me obsesione y me preocupe. Mientras esté vivo, con planes y con ilusiones, la muerte parece muy lejana, y ¡hombre!, espero que se quede allí donde está.

¿Tiene nuevos proyectos?

Siempre tengo proyectos en marcha, lo que no tengo es tiempo para realizarlos. Le aseguro que no me faltan proyectos en carpeta.

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