Tony Levin: "Espero que King Crimson toque pronto en Chile"

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El destacado músico toca hoy en el Teatro Nescafé de las Artes.


Puede que su figura cope las páginas de publicaciones especializadas para instrumentistas, que su nombre sea venerado en circuitos donde la técnica se impone a la melodía y que en su obra solista los hits sean casi ausentes. Pero Tony Levin, uno de los bajistas más legendarios de la música popular y sinónimo de virtuosismo al servicio de la exploración, sabe que su música no está destinada a dormir en la discoteca de un par de enterados; su ambición es que pueda alcanzar a la mayor audiencia posible. Que el rock progresivo, ese género que ha crecido acorralado por el prejuicio de un sonido ampuloso, poco amable y sin espacio para desmadres, no sólo se remita a salas donde domina el protocolo y la serenidad.

"Por eso me gusta ir a Sudamérica y a Chile: porque las audiencias son muy apasionadas con la música progresiva, conectan de una gran manera", postula el estadounidense que, en sincronía con esa reflexión, se ha alzado como visitante frecuente de la cartelera local, amparado en su pasado como parte de la era ochentera de King Crimson -aquellos años donde se reinventaron con variantes como la new wave- y en su protagonismo como sesionista de discos fundamentales de Peter Gabriel, John Lennon o David Bowie.

Un vínculo que hoy disfrutará de un nuevo capítulo, con su show en el Teatro Nescafé de las Artes (21:00 horas, entradas en Ticketek) y al mando de un proyecto bautizado como Stick Men, donde participan el baterista Pat Mastelotto y el guitarrista Markus Reuter, otros créditos de fuste en la escena de vanguardia. Levin sigue: "Tocaremos muchas composiciones propias, aparte de lo que el público quiere escuchar de King Crimson. También nos gusta improvisar, es la esencia del espectáculo: hacer algunas piezas únicas, que vamos a inventar ahí mismo".

Pero Levin intuye que, más allá del peso de los integrantes, hay un invitado que concentra todas las miradas: el chapman stick, un instrumento mezcla de guitarra y bajo, que funciona pulsando sus cuerdas y que tiene una ambición multipropósito, ya que también ejecuta sonidos de teclado e incluso sintetizador. Aunque fabricado en los 60, Levin lo ha hecho suyo, casi como una huella de identidad artística: "Cuando lo vi por primera vez, me llamó mucho la atención, porque le dio una textura diferente al bajo. A medida que crecía, más cómodo me sentí con él, agregándolo a la obra de King Crimson".

Y King Crimson es precisamente el otro anzuelo de su vida actual: el músico sabe que la agrupación británica, fundamental en el rock progresivo de los 70, nunca ha venido a Chile, por lo que se ha transformado en el sueño declarado de las huestes más férreas del género. Eso sí, Levin, que pronto parte de gira con una nueva encarnación de la banda, agita las esperanzas: "Saldremos de gira por Europa hasta antes que finalice el año. Yo estaba esperando que el grupo llegara a Sudamérica, pero no lo veo en la agenda más inmediata. Espero que podamos tocar pronto en Santiago, ojalá en los próximo año, y estoy seguro que mis compañeros estarían encantados de ir para allá".

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